sábado, 7 de abril de 2012

LOS SOFISTAS.

Los sofistas fueron un grupo de pensadores griegos que vivieron entre la segunda década del siglo V y la segunda década de la centuria siguiente. La palabra "sofista" (sophistés) fue, al principio, un sinónimo de "sabio" (sophós).

Los sofistas son los creadores del arte retórico, el cual surge de la conciencia de un hecho aparentemente trivial, la relación entre el habla y el mundo es, sobre todo una representación.


Los sofistas eran maestros en retórica porque se juzgaba que, en política, era absolutamente fundamental saber hablar con elocuencia y persuadir a las gentes. Quienes dominaran la palabra dominarían al pueblo. El ateísmo sofista, por su parte, ejemplificado en figuras como Protágoras, Critias o Diágoras de Melos, fue peligroso porque relativizaba creencias tradicionales muy arraigadas, lo que implicaba poder ser acusado, con bastante facilidad, de impiedad, con el consiguiente destierro o, incluso, una condena a muerte. Diágoras resumía sucintamente el punto de vista sofista sobre la divinidad de la forma siguiente: "si la inmoralidad puede permanecer impune, ¿para qué creer en dioses que velan la virtud humana?".

Los sofistas, al estrenar de manera racional el análisis de asuntos políticos y éticos, creyeron necesario establecer una neta separación entre las normas que son producto de la naturaleza, de las leyes naturales -la physis, en definitiva- y las establecidas por el ser humano, convencionales y arbitrarias -nomos-. Aquéllas eran, digámoslo así, absolutas; éstas, relativas. ¿De qué sirven los pactos éticos, las leyes políticas, si no están orientadas hacia la justicia y el respeto por los seres humanos? Por muy provechosa que pueda ser la convención de la esclavitud para algunos, es una convención contraria a la naturaleza (como sostenía Hipias, otro importante sofista), no sólo por su carácter inhumano, sino también porque establece diferencias inaceptables entre los propios hombres.



La retórica sofista trajo consigo el surgimiento y desarrollo de una amplia gama de ciencias de la cultura: la epistemología, la ética, la psicología, la estética, la teoría de la religión, la sociología y la ciencia política.

La sofistica encuentra su origen, objetivo y recurso en el cuestionamiento permanente de todo lo humano.

En el plano epistemológico, los sofistas pusieron en duda la posibilidad de un conocimiento objetivo. Consideraban a la realidad como algo en constante cambio. Al estar comprendidos dentro de esa realidad, no sólo los objetos de conocimiento, sino también el mismo sujeto que conoce, es lógico que no pueda admitirse nada inmutable, universal y necesario. La única forma de conocimiento que acepta Protágoras (mayor representante de los Sofistas) son las sensaciones y éstas poseen necesariamente el carácter subjetivo, es decir, relativo, como se refleja en su frase:



"El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son"

Por lo tanto, para el sofista el problema del conocimiento recae en el sujeto, no en el objeto. Por lo que existen dos momentos en el proceso del conocimiento.

1. Cuando el sujeto reflexiona sobre un objeto.
2. El Resultado que es la reflexión del objeto que se quiere conocer.

Para los Sofistas la enseñanza era el arte de vivir y gobernar, para Esquilo; sofista era el que portaba los conocimientos útiles.

Una característica curiosa de los sofistas era la de exigir una retribución por sus enseñanzas. Hasta entonces, los filósofos eran aristócratas con un alto nivel de vida, cuyas libertades profesionales les dejaban tiempo más que suficiente para dedicarse a la reflexión; la plebe, por el contrario, tenía que trabajar duro para su subsistencia, y no se dedicaba a tales menesteres intelectuales. Así, la filosofía estaba ligada al poder aristócrata, pero gracias a la irrupción de la democracia se inició una etapa nueva, en la que las gentes menos instruidas podían, a cambio de una compensación económica, ser instruidas y formadas por los educadores. Éstos fueron los sofistas, por supuesto, quienes, al carecer de las ventajas de la vida aristócrata, necesitaban ver retribuidas sus enseñanzas. De este modo, el papel del sofista es doblemente importante: por un lado, transforma el ideal de filósofo y, por otro, permite que las clases menos pudientes puedan tener acceso a la sabiduría y lograr así una cualificación intelectual que, hasta su época, estaba sido reservada a las famílias griegas ilustres. Para Platón los sofistas no eran más que "cazadores de jóvenes ricos", pero Platón era un aristócrata, y poseía de todos los recursos posibles para su formación. Parece como si Platón no fuera capaz de ver que quienes no poseían su fortuna podían, sin embargo, tener sus mismas ansias de conocimiento y sabiduría.

El término sofista ha sido denigrado hasta equivaler a "embaucador" ya en tiempos de Sócrates, esconde el verdadero significado original de la palabra: 

Un sofista es todo aquél capaz de hacer profesión de la enseñanza de la sabiduría.



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